los nepalíes acuden a las urnas con el reto de asentar la democraciaVíctor Martín, Elmundo.es 19/11/2013 Katmandú
Nepal tiene ante sí una segunda oportunidad para acercarse a la democracia. Los últimos cinco años han servido para desperdiciar la primera, ya que desde 2008 los partidos políticos han sido incapaces de darle al país la Constitución que necesita desde que acabó la guerra civil. En las elecciones constitucionales de hoy serán elegidos los 491 miembros de la Asamblea Constituyente que deberán redactar la Carta Magna.
Más de 120 partidos se han inscrito, aunque sólo tres optan a un poder real: el Partido Comunista Unificado de Nepal (Maoísta), con el ex primer ministro Pushpa Kamal Dahal a la cabeza; el Partido del Congreso Nepalí, cuyo presidente es el veterano Sushil Koirala; y el Partido Nacional Democrático, que representa a la derecha monárquica. La democracia nepalí está dando todavía sus primeros pasosdespués de un conflicto armado de diez años que terminó en 2006 con 13.000 muertos a sus espaldas. Tras la guerra las cosas no han ido como la seda. Desde que en 2008 el Parlamento expulsara a una monarquía histórica y se convirtiera en una república secular, los gobiernos no han durado más de dos años seguidos. Respecto a la jornada electoral de hoy, sólo se ha visto perturbada por la explosión de una bomba artesanal, que ha causado tres heridos. El ex primer ministro maoísta, Baburam Bhattarai, ha insistido en la necesidad de un gobierno estable para el desarrollo del país. Incluso se atreve a poner fechas. "Nos gustaría redactar una nueva Constitución dentro de los seis meses después de la elecciones si la gente nos da la mayoría en la Asamblea Constituyente", afirma el político. Pero para eso el país primero debe acudir hoy a las urnas. Unas urnas a las que ha costado llegar. La campaña electoral ha estado marcada por la violencia y las huelgas de los grupos que han intentado evitar que se celebre esta cita. A medida que se plasmaba el fracaso del boicot, sus impulsores optaron por pedir la abstención. "La legitimidad de las elecciones se cuestionará si el número de votantes se mantiene por debajo del 50%", ha reconocido recientemente Pampha Bhusal, portavoz de uno de los grupos maoístas que pretendían sabotear los comicios. No es difícil ver en las calles de la capital el monumental despliegue del ejército para garantizar la seguridad durante la votación. Además, para poder conducir hoy por Nepal es necesario pedir un permiso especial y en las carreteras del valle de Katmandú se han multiplicado los controles de policía. Otra gran mancha de la campaña han sido las prácticas de los partidos políticos para recabar apoyos. En campaña es habitual, y todos los grupos lo saben, la compra de votos. Para los más necesitados, se recurre a la suculenta oferta de empleo o comida. Y para intimidar a empresarios es útil el uso de matones a sueldo. Está extendido también el transfuguismo de última hora entre partidos. Por un precio, claro. Comprar la lealtad del oponente puede llegar a valer medio millón de rupias (unos 3.600 euros). Por cosas así, el profesor universitario Birendra P.Mishra considera que "las elecciones parecen haber sido manipuladas" de antemano. No obstante, la Unión Europea ha repartido por todo el país a 100 observadores que velarán por la transparencia de estos comicios. Junto a ellos la Fundación Jimmy Carter, con el ex presidente de Estados Unidos a la cabeza, ha desplegado a otros 64, mientras que medio centenar de instituciones nepalíes han movilizado a más de 70.000 voluntarios. "Nuestro trabajo sobre todo es evitar que los huelguistas molesten a los votantes" cuenta Ajaya Phuyal, un voluntario nepalí de 19 años que va a controlar varios colegios electorales de Katmandú. La ilusión de este joven se puede palpar en otros tantos nepalíes. Pero no sólo ellos tienen marcada esta fecha en la agenda. Tras el cristal de las urnas se ven los ojos de países vecinos, como India y China, que no desean un Nepal descontrolado, por muy pequeño que sea al lado de estas dos superpotencias. "India siempre ha mirado por encima del hombro la política de Nepal y quiere mantener su influencia en su política y en sus cuestiones de seguridad", afirma el investigador nepalí Safal Ghimire. Ante una posible victoria de los maoístas, el Gobierno de Delhi teme que su vecino del norte se arrime demasiado a Pekín. Sin embargo, "India debe mantener buenas relaciones con ellos para hacer frente a los problemas de Nepal", reconoce este experto de la Universidad de Nueva Inglaterra. Y es que el Gobierno indio de Manmohan Singh no quiere otro frente inestable. Con el tenso Pakistán al oeste, la 'antipática' isla de Sri Lanka al sur y el amenazante futuro de Bangladesh al este, tiene suficiente. A eso, India tiene que sumar sus elecciones generales del próximo año; una victoria del nacionalista Narendra Modi podría retorcerlo todo un poco más. Los empresarios chinos e indios, que hacen cola para entrar en la economía del Himalaya, son los primeros que cuentan las horas para que el país pase página y cierre las heridas de la guerra. Todos quieren echar mano de sus recursos naturales; en especial los hidroeléctricos. "Los negocios en Nepal están controlados por los indios, por eso todos quieren estabilidad", asegura Bidyut Chakrabarty, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Delhi. Del otro lado, "a China le interesa porque está expandiéndose y necesita nuevos mercados; Nepal es uno", sostiene este académico. Además, y sobre todo, la cima del mundo sigue siendo un punto estratégico para Pekín en su deseo de controlar el Tibet. "Nepal está aprendiendo a construir su democracia a través de la experiencia India porque China no puede ofrecérsela", afirma Chakrabarty, que formaba parte del grupo de intelectuales indios que instruyó a los primeros nepalíes encargados de redactar su Constitución. "El país va en la buena dirección, pero eso le llevará tiempo porque la democracia es un proceso muy largo", añade. Aún le queda mucho por barrer en casa al Estado nepalí. Sus cifras hablan por sí mismas: un desempleo del 46% el año pasado, la disparidad de salarios más alta de Asia, un 25,2% de la población bajo el umbral de la pobreza o los 7 millones de nepalíes a los que les falta comida, asistencia sanitaria y educación básica. Y mientras tanto, las organizaciones pro-derechos humanos denuncian constantemente la impunidad de los crímenes de guerra, las torturas a detenidos, los ataques a periodistas o la trata de mujeres y niñas. No obstante, y a pesar de la frustración que llevan encima, los nepalíes confían en el futuro de su país. "Estas elecciones nos ayudarán a definirnos como nación" explica James Rinaldi, director de la organización Himalayan Aid, en su último artículo en 'The Himalayan Times'. "Es lo que podemos hacer por nosotros mismos, por los demás y por Nepal. Vamos a hacer las cosas bien esta vez", concluye. http://www.elmundo.es/internacional/2013/11/19/528b565261fd3df3478b456e.html |