Imagen
Un animal de carga tirando de un carro pesado, con toneladas a sus espaldas. Con la lengua fuera, con paso fúnebre. Propio del cansancio, del agotamiento. Esa imagen, tan común en la historia del hombre desde hace siglos, siempre me ha producido dolor. Siento tristeza por ese animal que camina sin ganas de vivir y, sobre todo, sin escapatoria. Burros, vacas, bueyes, caballos, en la ciudad y en el campo, viven para satisfacer las necesidades de unos hombres que, para más inri, les tratan como si fuesen meros seres inertes que sólo trabajan y duermen.

El mismo dolor he empezado a sentir estos días en Delhi con una imagen similar. La de los rickshaw, esas bicicletas con un asiento doble en la parte trasera, tiradas a la fuerza por un conductor que lleva a sus clientes allí donde le indiquen por unas míseras rupias, siempre negociables. Si cruzas tu mirada con uno de ellos, verás cansancio en sus ojos. Verás esa expresión de quien te necesita para vivir, porque así se gana la vida. Verás que estará dispuesto a hacer lo que pueda para llevarte donde le pidas. Él, siempre flaco como los pinos, se monta en el sillín y conduce. Como cliente allí sentado, ves su espalda sudada, sus brazos tensos y sus gemelos rígidos. Ves su esfuerzo por tirar de ti en una ciudad de todo menos plana. Ves cómo tiene que bajarse de la bicicleta y ponerse a caminar porque la cuesta que tiene delante es demasiado para él si ha de llevar a dos personas como equipaje.

Han bastado dos viajes en rickshaw para verlo claro, para sentirlo. Para saber que nunca más cogeré uno. Para no participar otra vez en esa explotación humana, animal. Una explotación en la que veo que pago por sentirme cómodo mientras otro se deja la piel por mí por un precio tan irrisorio como insultante. Hay otras formas de transporte urbano que no implican una explotación física tan visible y degradante.

Soy consciente de que existen muchos tipos de explotación, de que veré más, y de que soy partícipe de muchos de ellos. Pero de momento en ésta, como en otras, no quiero participar. En una vida marcada por contradicciones como es la mía, intento quitármelas poco a poco. Ésta, al menos, creo que es la primera en la India. 

Víctor.